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Seamos claros: lo que realmente nos importa de un vino sucede en el interior de la botella y no en la etiqueta. De la misma manera que nos interesa infinitamente más el viñedo que la bodega, el viticultor al enólogo y el “camata” al director de marketing. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa: nos encanta una etiqueta bien diseñada alegrando nuestras baldas y nuestra vida, porque una etiqueta (también) es una oportunidad para contar una historia. Y éstas veinticinco nos encantan…